Si hablamos de Montserrat González, presidenta del Colectivo Gamá, tenemos que destacar que es una luchadora innata. Sus palabras son el fiel testimonio de una generación que buscó oportunidades cuando nadie se las ofrecía, que tocó puertas que solo se cerraban, pero que nunca se cansó de luchar.
Montse es referente para las nuevas generaciones, por su ejemplo de superación y por lograr avances sociales de la mano del activismo. Hoy, tras lograr la reinserción laboral hace unos años, disfruta de una jubilación más que merecida. Eso sí, deja claro que no tiene intención de dejar la lucha. Seguirá en primera línea para defender los derechos de las nuevas generaciones.
- ¿Puedes contarnos un poco sobre tu infancia? ¿Recuerdas algún momento en particular?
De mi infancia recuerdo muchos momentos. Yo me crie en un barrio, El Polvorín. Allí nos conocíamos todos los vecinos.
A veces notaba risas, muecas…. Y yo decía “pero, ¿por qué?” No les prestaba mucha atención porque era joven, pero luego sí fui prestando más y no entendía por qué lo hacían… ¡si me conocían de toda la vida!
Tuve que trabajar con 13 o 14 años, porque éramos muchos en mi casa. Llegaba a un sitio y decían “no, maricones no queremos”. Y yo les contestaba: “¿pero maricones de qué? No, primero me conoces y luego me criticas o me insultas si te dejo”. Yo nunca me he callado. Mi madre también me decía “no te calles ni te dejes mangonear por nadie. Contesta sin ser malcriada”.
- Entonces, contaste con apoyo por parte de tu madre…
Mi madre era una persona muy correcta. No le gustaban los escándalos ni los desmanes. Era muy estricta para muchas cosas, pero siempre me dijo “respeta para que te respeten”.
- Los años de la dictadura fueron muy difíciles para las disidencias sexogenéricas. ¿Cómo fue vivir tu juventud siendo una mujer trans?
La dictadura fue dura, muy dura. Éramos jóvenes y teníamos que ir con cuidado.
Recuerdo que estuve trabajando en el aeropuerto algunos años. Cuando íbamos de madrugada a trabajar, teníamos miedo por si nos paraba la policía. La gente mayor nos contaba lo que había pasado en Fuerteventura [se refiere a la Colonia Agrícola de Tefía). Vivíamos con ese miedo.
No podíamos ir en grupos de más de dos o tres personas, porque enseguida te paraba la policía. Estaba prohibido hacer grupos de noche y salir. Y no podías decir nada porque o te pegaban una cachetada o se acercaba alguien y te escupía o te insultaba.
No lo entendí nunca. No sabía el porqué de tanto odio en contra de nosotras si no molestábamos a nadie. Al contrario… Pero bueno, nos tocó vivir así.
También recuerdo que un señor, un político, cuando estaba viviendo en las chabolas de Martín Freire con una amiga, nos dijo que no solicitáramos vivienda de protección oficial porque a nosotras no nos iban a dar casa.
Yo me quedé mirando y le dije: “Estás bonito”. Por supuesto, no le hice caso y me dieron una vivienda… pero me la quitaron. Tuve que seguir luchando para que me la devolvieran. Hoy en día, tengo mi casa gracias a que nunca estuve quieta. Siempre luché por lo que era mío, por mis derechos. Hace 26 años que puedo decir que tengo una casa.
Esa fue nuestra juventud. Mis compañeras estaban en Santa Catalina o en la esquina de la Calle de los Bancos. Como te pusieras por allí y pasara la policía, te metían en el furgón. Y a pocas nos hicieron ficha. Nos llevaban para vacilar, para hacer lo que les daba la gana. Veías a los grises con las rayas rojas y más te valía echarte a correr. Nos hicieron daño.
- Ejerciste la prostitución durante años. ¿Qué papel crees que jugaron los prejuicios de la sociedad en las dificultades que enfrentaste para tener acceso al mercado laboral?
Cuarenta y cinco años estuve en la calle. La culpa fue de la sociedad, que no se molestó en conocernos, en tratarnos, en saber cómo éramos… No te querían para trabajar.
Ibas a una agencia de trabajo, echabas el currículo, te debas la vuelta y lo veías tirado en la basura. Yo me preguntaba:” ¿para qué me hiciste perder el tiempo?” Lo que me decían es que no querían a gente como nosotras allí. Si nos dejaban trabajar era sin contrato, así que no podíamos cotizar.
Pero yo tuve la suerte de trabajar en el aeropuerto un par de años. La verdad es que el encargado era muy buena gente, hasta que cambiamos de empresa. Por no callarme y decir verdades, me fui a la calle. Eso pasaba, te podían humillar, te podían decir lo que les daba la gana, pero tú tenías que callarte. Por ejercer tus derechos, te echaban.
- Lograste reinsertarte en el ámbito laboral gracias a un programa de Gamá. ¿Cómo fue ese proceso para ti?
El Cabildo ofertó un curso de limpieza. Yo lo hice y lo aprobé. Me llamaron de Faycan. Allí estuve casi seis años. Tuve un buen trabajo.
- ¿Y tú qué crees que hay que cambiar en la sociedad para que las personas del colectivo tengan acceso a una vejez digna, como el resto de las personas?
Tiene que cambiar muchas cosas. Todavía queda esa cosilla de que no somos buenos, de que somos mala influencia o de que somos lo peor de la sociedad. No es así. Conócenos un poco, conócenos trabajando, conócenos como personas y después júzganos. Pero antes no.
- Hoy eres una figura de referencia para muchas personas. ¿Cómo te hace sentir eso?
Me hace sentir bien, feliz. Pero soy consciente de que esto no se ha acabado. Sigo, seguiré luchando mientras haga falta. Mientras tenga salud. Seguiré luchando para que la juventud no tenga que pasar por lo que pasamos las mayores. Para que no les hagan daño.
- ¿Qué mensaje te gustaría dar a esas personas jóvenes que sienten que no tienen suficiente apoyo?
Que busquen, Que busquen a los colectivos. Que vengan a Gamá. Que se informen de sus derechos, de lo que les pertenece.
Esto es una carrera de obstáculos. Hoy te caes, pero te levantas. No hay que mirar atrás, hay que seguir adelante. Porque sin lucha no consigues nada. También que estudien. Que no se echen a la calle. Que saquen provecho de los estudios.
- Si miras hacia atrás y ves todo tu recorrido, ¿qué es lo que te hace sentir más orgullosa?
De la mujer que me crio y me dio la vida. Y el colectivo en el que encontré otra familia. Al colectivo le debo mucho, pero mucho.
- ¿Cómo te planteas tu jubilación ahora que la has logrado?
Pues voy a disfrutar lo que no he disfrutado. Y voy a seguir luchando en mi colectivo. Yo no le tengo miedo al tiempo. Tengo claro que no nos van a callar otra vez. Esta vez nos encontrarán de frente.
- ¿Qué ha supuesto para ti Gamá?
Le debo el conocimiento que tengo. El poder defenderme y defender. Para mí Gamá ha supuesto tener otra vida. Ahora conozco mis derechos, sé hasta dónde puedo llegar. Sin faltar el respeto a nadie y sin que me lo falten a mí.
A Gamá le debo alegría después de las penas que he vivido. Hemos logrado eliminar muchas injusticias. ¡Que tenemos el mismo derecho que cualquier ciudadano! No somos escoria como nos tenían.
Por la visibilidad de la diversidad sexual y de género en la información. Proyecto 'Cambia tu Mirada', financiado por la Dirección General de Diversidad del Gobierno de Canarias.